lunes, 7 de mayo de 2007

"...los haré pescadores de hombres"

Corre por el muelle, batido de chapopote de pies a cabeza, apenas se reconoce un chiquillo debajo de tanta porquería. Descalzo, vistiendo solo los pantaloncillos arremangados, luce más como un "peladito" que como el hijo del ingeniero. Pasa de largo al lado de las damas elegantes que recién bajaron del barco. Pasa y salpica de su energía los vestidos de las señoras. Entre ellas su mamá, sin reconocerle, se irrita y se asquea por esos "pobres chiquillos" sin oficio ni beneficio. Dejados de la mano de Dios.
El niño se aleja con la jaula llena hasta el tope de el manjar de la costa. Tato sabe que en las oficinas, cada jaiba la pagaran a tostón, y que la Señora Mercadillo gustosa las preparará rellenas y hasta es posible que le convide unas.
La infancia puede ser dulce o dura, con o sin cariños. Lo increíble es como un niño logra florecer en un árido terreno afectivo. Tato se desvive por el afecto, sigue a su hermano en cada aventura y recibe las palizas de vez en cuando.
Muchos años han de pasar y muchas palizas al alma antes de que Tato florezca en el desierto...


La mesa esta puesta, las copas llenas, todos miramos a Yaya venir con el platón.
El manjar de la costa. Ceviche de jaiba, preparado por Bo. -Sírvanse- nos dice él, y en su rostro veo la satisfacción por tener a la familia reunida.
Los nietos al rededor, los planes futuros sobre la mesa, las anécdotas de la infancia amenizando la plática.
Toda una vida ha pasado y yo guardo en la memoria esta imagen. Para contarla a mis nietos, para decirles de su bisabuelo, de ese señor bueno con cara de pocos amigos, de su ceño fruncido y su corazón enorme, de su profesión noble y como curaba no solo el cuerpo sino también el alma.
La atesoro en mi memoria para contarles un dia del niño que pescaba jaibas y el adulto pescador de hombres.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por aqui pasando como siempre, te leo frecuente pweo no te habia comentado nada. Un besoo!

Voz Ruda dijo...

Gracias! quien eres? :)