viernes, 20 de abril de 2007

Fátima

Cuando vi a Fátima por primera vez fue una noche muy fría en diciembre del año pasado. Cubierta solo con una vestidito y sandalias, se acercó a mi coche para pedir "un peso". De inmediato me cautivo su mirada. El semáforo cambió y sin bajar la ventana le dije que no traía y que a la vuelta le daría. Días después al parar en el alto, mi marido me comentó, -mira ahí esta Fátima - él también la conocía. La llamó con la mano y al acercarse sus ojotes verdes nos escudriñaron. -Toma Fátima, ya vete a tu casa- le dice mi marido. Yo me quedo mirándola, con su gracia al caminar cuando cruza la calle. En varias ocasiones su carita sucia me ha sonreído al pasar. Otra veces solo verla de lejos, jugar en el camellón, me alegra el día. Es que tiene ángel. Un ángel en la calle. Esta ahí por desgracia, por crueldades de la vida. Y aún así nos regala su alegría. Si yo hubiera tenido una niña, querría que fuera como Fátima; con ese carisma y esa dulzura, que no son otra cosa que el reflejo de su alma.

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