jueves, 22 de marzo de 2007

Entre artistas te veas

¡Ah, los artistas! Todos son iguales.
Despreocupados seres atemporales divagando por la vida.
La cita era a las once, con el muchacho de los grabados de arena. Once treinta, no aparece.
Llamada al celular, me confirma que ya viene. Tenía presente el día no así la hora.
¡Vaya!
Aparece con su atuendo incomprendido, camisa de franela en plena primavera, sombrero de ala ancha, morral y huaraches. Se disculpa, pide un café, saca una libreta. Me muestra su obra.
De inmediato me transporto a aquellos días cuando acompañaba a mi amigo el pintor a montar sus primeras exposiciones.
Su taller era una mezcla de pinturas, material reciclado, fotos, brochas, telas, cuadros, la comida de ayer y el boceto de mañana.
Trabajaba de noche. Se inspiraba en el día.
Me pedía que escribiera para su obra. Yo me quedaba mirando, tratando de entrar en ese mundo abstracto que él traía, imaginando que sería todo aquella amalgama de materiales y formas.
Al final quedábamos a mano.
Hoy tengo un cuadro suyo en mi casa. Es motivo de platicas, polémicas y preguntas.
Ya no veo más a este amigo. Se que es un pintor reconocido y que se mueve en el mundo del arte. Sigo mirando su obra. Sigo sin entender.
Su cuadro en rojos y blancos ilumina la estancia. Con esa luz diferente que tienen las cosas extravagantes.

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