sábado, 31 de marzo de 2007

Soy bastante mala para recordar nombres, no así las caras. Las recuerdo bien, se cuando conozco a alguien aunque no siempre recuerdo de donde. En realidad es difícil cuando se ha vivido en cinco ciudades diferentes y se han recorrido varios círculos sociales y que decir de los colegios.
Aún así, se cuando conozco a alguien y por eso me causa mucha gracia cuando alguien no me reconoce o no sabe de donde me conoce.
Me pasó hoy. En la zapatería, entre con mis niños y mi marido en busca de tenis para ellos, y me tope con mi antiguo nutriólogo. Me miró, le sonreí, de lejos, y vi que puso cara de ¿quien es?.
Debo admitir que no acudí a muchas consultas con él, ya que soy necia con eso de las dietas, pero a las que asistí le di mucho trabajo: intolerante a la lactosa, esquiva de la carne, amante de los dulces... en fin, un caso extraño. Además iba recomendada de mi tía que lleva años siendo su paciente.
Pues no, no supo quien era. Devolvió el saludo con cara de "ya ligue", y salió de la tienda.
Yo aún tengo la receta pegada en el refri, con todas las estrictas recomendaciones y una nota al final: Cualquier duda por favor llame a su amigo el Dr. Fulano de Tal.

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