miércoles, 7 de marzo de 2007

Eterna juventud

Tengo estos vecinos, tiernos, que veo a diario caminar.
Él, bastón en mano, apurando el paso para alcanzarla a ella, que avanza con prisa, siempre con la frente en alto. Son dos ancianos.
Se ve que les gusta caminar, muy temprano para mi, casi al amanecer. Lo que me hace pensar que despiertan de noche. Tal vez se miran en la cama y aunque no reconocen el cuero, identifican la mirada. Si, son ellos, después de tantos años, juntos, ahí encontrándose al abrir el día.
Ella viste su delantal azul, el pelo recogido en una trenza blanca. Él, pantalón vaquero y camisa a cuadros, se ajusta el sombrero.
Ella recoge flores, hierbas, saluda a los otros vecinos, camina. El se detiene y respira. Al poco la alcanza.
Otras veces los veo por la tarde, sentados frente a su casa, mirando pasar la gente. Cada auto levantan la mirada, luego regresan a lo suyo, ella borda, él mueve la tierra con una vara.
Así una vida juntos, años y años haciéndose compañía. Uno sostiene al otro. Sus años se unen cada día que pasa.

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