jueves, 8 de marzo de 2007

Mi tía tuvo un accidente. Fue así repentino, como todos los accidentes.
Ocurrió cuando fue a conocer una casa de alquiler para mudarse.
Era de noche y la propiedad no tenía suficiente luz.
Recorriendo las habitaciones, mi tía entró en una, en el segundo piso, que le pareció particularmente agradable. Tenía muy buen tamaño, piso laminado, y una hermosa puerta que daba a una terraza.
Mi tía se acercó a la puerta y miró, con la poca iluminación que había, a través del cristal. Afuera la luz de la luna parecía reflejarse. Tomó el picaporte, lo giró despacio con la mirada fija en el exterior, abrió la puerta, dió un paso y cayó al vacío.
No era una terraza, no era una puerta, tan solo una ventana. Una grande y bella ventana.
El golpe fue terrible. Fracturas expuestas de brazo y mano, la cara destrozada.
Operaciones, rehabilitaciones, terapias, meses de convalecencia siguieron a ese día.

¿Qué fue lo que pasó? -le preguntó- ¿cómo es que no viste que era una ventana?.
No lo se. - me responde con la mirada pérdida y una leve sonrisa - Solo recuerdo que la vista era maravillosa.

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